23/12/2020

Mensaje de Navidad del Maestro de la Orden


Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos (...) y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (...) que se nos manifestó (...) os los anunciamos (...) para que nuestro gozo sea completo. 

                                                                                                      I Juan 1, 3-4




 



Queridos hermanos y hermanas:


La Navidad, tanto en tiempos de pandemia como de prosperidad, es una celebración de la inescrutable cercanía de Dios que habita en nuestro interior y entre nosotros; es una acción de gracias a nuestro Dios generoso que se da a sí mismo como regalo.


Este año del Señor de 2020 ha sido realmente inesperado, sin precedentes, inolvidable. La mayoría de nosotros celebramos el Triduo Pascual confinados, con las puertas cerradas; nuestros corazones rebosaban de ansiedad ante un futuro incierto. Pero entonces volvimos nuestros pensamientos y los ojos de nuestra fe hacia nuestro Señor Resucitado, que atraviesa las puertas cerradas, nos saluda con su paz y nos anima a no tener miedo.


Ahora celebramos la Navidad, luchando todavía contra este virus, protegiéndonos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos manteniendo una distancia caritativa entre nosotros. Nuestro canto del Venite adoremus queda amortiguado por las mascarillas y los protectores faciales. San Pablo nos exhorta a contemplar con "rostros descubiertos" (2 Corintios 3:18) la gloria de Dios. Sin embargo, este año adoramos la belleza del Rey recién nacido con los rostros cubiertos. Aunque puede que nuestras celebraciones sean escasas y sencillas, tenemos nuestra esperanza y nuestro consuelo en la conmemoración del nacimiento del Emmanuel, el Dios que está "más cerca de nosotros que nosotros mismos" (San Agustín, Confesiones III, 6, 11).


Los recuerdos más agradables de la Navidad son de nuestra infancia, cuando los árboles de Navidad nos sobrepasaban con su inmensidad, cuando unos pocos caramelos daban la impresión de ser una cantidad abundante de dulces en nuestras pequeñas manos. Cuando crecimos, nos dimos cuenta de que la Navidad no tenía que ver con banquetes deliciosos, sino con compartir la comida que alimenta el hambre de nuestros cuerpos y satisface el deseo de fraternidad y de amistad de nuestras almas; nos dimos cuenta de que la Navidad no consiste en intercambiar regalos materiales, sino el regalo de la presencia, del tiempo, de las conversaciones, de estar simplemente juntos, como hermanos y hermanas, con la familia y los amigos.


Sin embargo, aún persiste la pregunta: ¿Cómo puede haber alegría navideña en una época

de pandemia? En muchos hogares y comunidades, incluyendo algunos de nuestros propios conventos, hay hoy sillas y espacios vacíos que nos recuerdan a los seres queridos que hemos perdido este año. Puede que no haya fiestas de Navidad, porque el dinero escasea por la pérdida de empleos y la recesión económica. Debido a las restricciones de viaje y movimiento, los ancianos extrañarán enormemente las visitas y los abrazos de sus seres queridos. Las mascarillas protectoras ocultarán las espléndidas sonrisas de quienes cantan villancicos, como « lámparas debajo del celemín »(Mateo 5,15) que no podrán iluminar completamente estas oscuras noches de diciembre. ¿Cómo puede haber alegría navideña en una época de pandemia?


Nuestro gozo será pleno, como asegura el discípulo amado, si predicamos “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos (…) y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (…) que se nos manifestó” (I Juan 1:1,3-4).


Esto lo representa de manera elocuente la hermosa pintura de Sor Úrsula Magdalena Caccia de la Santa Madre de Dios que permite a Santo Domingo ver y tocar al niño Jesús, como una madre orgullosa que deja que un ser querido sostenga a su precioso recién nacido. Esta es la beatitud de Domingo, la alegría de predicar a quien ha escuchado, visto y tocado: el Verbo Encarnado.


Esta Navidad, mientras entramos en la celebración del centenario del Dies Natalis de Santo Domingo, nos preguntamos: ¿cómo hemos oído, visto y tocado la Palabra este año? En muchos lugares, el incesante sonido de las sirenas se convirtió en un eco permanente de la pandemia. Pero también significaba que los trabajadores de la salud continuaban socorriendo a los enfermos.


De un fraile que vive aquí, en Santa Sabina, he aprendido la hermosa palabra alemana para decir enfermera: Krankenschwester, que literalmente significa "hermana de los enfermos". Una persona enferma no es solo un paciente, sino un miembro de la familia, uno de los nuestros. En tiempos de desastre, siempre vemos gente que ayuda y cuida de las personas. Cuando las cosas se desmoronan, debemos buscar siempre "salvadores", personas que nos hacen sentir que todo va a estar bien, incluso en la adversidad. Ellas nos dan esperanza. ¡Ciertamente es bueno ver a una de ellas cuando nos miramos en el espejo!


En los últimos tiempos, incluso antes de la pandemia, la proximidad y el tacto han sido vistos con sospecha. Podrían ser signos de abuso. Con la amenaza de la Covid-19 se han convertido en amenazas de contagio y de riesgo. La malicia ha contaminado el tacto y ha hecho que la proximidad sea arriesgada e imprudente; la caridad táctil se ha vuelto tabú y terriblemente ofensiva. Paradójicamente, el mantenimiento de una distancia segura, como protección y prevención de la transmisión viral, se ha transformado en signo sincero de nuestra "cercanía" y en una preocupación genuina por la salud y la seguridad de los demás.


Me alegra que, en estos tiempos difíciles, hayamos oído y visto las múltiples predicaciones y obras de caridad de nuestros hermanos y hermanas, tocando los corazones de tantos.


La alegría de la Navidad es un regalo que nos espera cuando predicamos a Aquel que hemos oído, visto y tocado. No es de extrañar que, desde los primeros tiempos de nuestra Orden, hayamos rezado:


Que Dios Padre nos bendiga,

Que Dios Hijo nos sane,

Que Dios Espíritu Santo nos ilumine y nos dé

ojos para ver,

oídos para escuchar,

manos para hacer la obra de Dios,

pies para caminar,

y una boca para predicar la palabra de salvación...


Una vez escuché la historia de un maestro que preguntó a sus alumnos: ¿cómo podéis saber que la noche ha terminado y el día ha comenzado? Un alumno respondió: ¿es cuando desde la distancia puedo ver un árbol y puedo decir si ese árbol es un manzano o un naranjo? El maestro le dijo que todavía no. Otro alumno levantó la mano: ¿es cuando desde la distancia puedo ver un animal y puedo decir si es una vaca o un caballo? El maestro dijo que no exactamente. Los estudiantes pidieron entonces al unísono la respuesta. El maestro declaró: es cuando desde la distancia se puede ver a una persona y ya se puede percibir en ella el rostro de un hermano o una hermana. Cuando eso sucede, la oscuridad de la noche ha verdaderamente terminado y el resplandor del día ha empezado.


Para nosotros, los cristianos, la oscuridad termina cuando vemos en nuestros hermanos y hermanas, en todos, especialmente en los pobres, la presencia misma de Jesús. Esta es la verdadera celebración de la Navidad: proclamar nuestra fe en el Emmanuel, el Dios que está con nosotros, el Dios que está en todos y cada uno de nosotros. Esta Navidad, la pregunta que nos tenemos que hacer no es sólo "¿quién es Jesús para nosotros? "sino "¿dónde está Jesús en nuestros semejantes?" ¡Él es el Emmanuel!


Que la luz de Cristo brille a través de nosotros,

para disipar la oscuridad que nos rodea y que está en nuestro interior.

¡Santa Navidad para vosotros y para todos vuestros seres queridos!


Vuestro hermano,


Gerard Francisco Timoner III, OP

Maestro de la Orden



11/12/2020

Charlas de Formación Permanente




Curso de Formación Permanente de la Facultad de Teología de Valencia presenta la sesión 'Invitar a la fe en tiempos de pandemia' en la que el comunicador Roberto Vega, de la Comunidad Bernabé, y el profesor de la Facultad de Teología José Vidal, párroco de San Lázaro, nos propondrán diversas fórmulas para reorientar la forma de acercarse a los seglares.

El profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma Rocco D'Ambrossio presenta la Encíclica «Fratelli tutti» del Papa Francisco. Sesión destinada a los laicos.

El profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma Rocco D'Ambrossio presenta la Encíclica «Fratelli tutti» del Papa Francisco. Sesión destinada a los sacerdotes.

Javier Ros, profesor de la UCV y de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, reflexiona sobre las familias y la familia a partir de la experiencia de los confinamientos y en situación de pandemia.

El profesor de la Pontificia Universidad de Comillas Jaime Tatay SJ. Su charla se centra en "El clamor de la tierra", en el año de la Ladato Si'.

FORMACIÓN: ¿Dónde está Dios en la pandemia?



¿Dónde está Dios en la pandemia?

por fray Martín Gelabert, op

Conferencia que ofreció Fray Martín Gelabert OP durante la XLI Semana de Reflexión Teológica 2020 que organiza el Instituto Superior de Estudios Teológicos - ISET "Juan XXIII" de Lima, en Perú.



Pincha sobre la imagen para acceder al video.

04/12/2020

Profesión y toma de hábito




      La situación COVID19, si bien limita mucho las actividades, no impide que la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España siga creciendo. El pasado día 3 de diciembre, en el Monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid, fundado por Santo Domingo en 1218, tuvo lugar la profesión y la vestición del hábito de Santo Domingo de tres sacerdotes. La comunidad de monjas fueron testigo de la celebración, así como algunos pocos seglares que pudieron compartir el acontecimiento. Varios hermanos de la Fraternidad y el promotor provincial, Fr. Francisco Fassio, pudieron desplazarse y hacerse presentes para la ocasión, si bien el resto de miembros estuvo presente de corazón y a través de las redes sociales.

     Presidió la celebración el prior de la Fraternidad, Dn Carmelo Lara Ginés. En sus manos profesaron como miembros de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España D. José Angel Ruíz Morán (diócesis de León) y Dn. Javier Marquínez Marquínez (diócesis de Terrassa). Por su parte D. Joan Ferrero Mora (diócesis de Terrassa), tras completar un primer período de prueba y conocimiento mutuo, inició la etapa de noviciado con el rito de la vestición del hábito.

El Prior recordó el don que supone para la Iglesia y para la Orden de Predicadores el surgimiento de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo en España. Valoró cómo el Señor ha ido conduciendo los pasos de cada uno de los sacerdotes que, libremente, y desde una escucha atenta de la voluntad de Dios sobre su vida, se adhieren al proyecto apostólico representado por Domingo de Guzmán. Recordó también, que se trata de un compromiso con Dios y con la Iglesia para vivir el carisma de la predicación que es un estilo de vida para ser mejores sacerdotes en la Iglesia y para la extensión del Reino de Dios. También subrayó que este don de la gracia pide una constante actualización, pues la fraternidad se construye desde las relaciones personales y comunitarias, así como desde la misión compartida. Subrayó que los miembros de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo pertenecen verdadera y efectivamente a la Orden de Predicadores y aportan, desde su peculiar vocación, la diocesaneidad del ser Iglesia, donde la predicación se hace cotidiano servicio al Pueblo de Dios. 

Al término de la celebración eucarística, todos los hermanos reunidos, más los acompañantes, e incluso la comunidad de monjas, se desplazaron procesionalmente hacia la pila bautismal de Santo Domingo, que allí se conserva, cantando la Salve Regina y el O Spem miram. Dos cantos emblemáticos, máxime en la proximidad del comienzo del VIII centenario del tránsito de Santo Domingo. Que él siga bendiciendo la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España y que pronto puedan realizarse los ritos de acogida de los sacerdotes candidatos que han solicitado entrar en ella.

A pesar de ser un encuentro breve, fue muy gozoso y esperanzador. Todos agradecieron a las monjas su afectuosa acogida y acompañamiento. Sin duda ninguna, son para los sacerdotes de la Fraternidad verdaderas hermanas y amigas.




 Vestición, Joan



Profesión, José Ángel y Javier


Cantando la Salve y O Spem miram ante la pila bautismal de Santo Domingo

Foto de familia. Faltan muchísimos. Cosas del COVID19 (el nuevo nombre del demonio)




      

Profesión y toma de hábito

¡Estamos de enhorabuena!

En el día de ayer, festividad de san Francisco Javier sj, esta Fraternidad recibió la Profesión (compromiso permanente) de dos hermanos nuestros:

                      

José Ángel Ruiz Morán,                                   y Javier Marquínez Marquinez,
sacerdote diocesano de León                        sacerdote diocesano de Tarrassa.
Párroco de San Miguel Arcángel                      Párroco de San José de La Llagosta
Villatalabuey (León)                                           (Tarrassa)

La ceremonia tuvo lugar dentro de la celebración de la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo el Real de Madrid. Recibieron la profesión de manos de Carmelo Lara Ginés, sacerdote diocesano de Albacete y Prior de la Fraternidad, en lugar del Maestro de la Orden de Predicadores fray Gerard Timoner.

En la misma celebración recibió la vestición del hábito de la Orden de Joan Ferrero Mora, sacerdote de la Tarrassa (Barcelona) párroco de las Parroquias de Santa Engracia y de San Juan Bautista de Moncada i Rechac (Barcelona). Desde este momento Joan comienza su etapa de formación en la Fraternidad.

Toda la Fraternidad Sacerdotal y la Familia Dominicana se alegran por la opción de nuestros hermanos, unos de manera permanente y otro por el inicio de su etapa de formación. Pedimos al Espíritu Santo y a Ntro. Padre Santo Domingo que os acompañen y bendigan en vuestra entrega a vuestras comunidades parroquiales.



23/11/2020

Rezar, orar, contemplar.

A la fervorosa y pordioseante petición de sus discípulos a Jesús, formulada con el evangélico “enséñanos a orar”, el Maestro por antonomasia les contestó con la recitación del “Padrenuestro”, como una de las concreciones más religiosas y sublimes que puedan idearse “así en la tierra como en los cielos”.

Desde tan históricos momentos, los cristianos no han dejado un solo instante de acompañar sus relaciones con Dios, en Cristo Jesús, sin desgranar todas y cada uno de las peticiones contenidas en las versiones del “padrenuestro”, ofrecidas en los textos de los santos evangelios. Esta oración es la más “rezada, orada y contemplada” en el orbe católico, con sagrada reverencia por parte de los fieles de otras adscripciones religiosas. El número de “padrenuestros” con los que la humanidad entera se dirige a Dios, y que se estarán pronunciando en los instantes en los que se leen estas reflexiones, rozará la infinitud.

Y es en este contexto en el que se sitúa y presenta el libro “Rezar, orar, contemplar”, publicado por “Edibesa”, en su colección “Tu rostro buscaré”, con sus 132 páginas, cuya síntesis es la siguiente: ”A veces empleamos el verbo “orar” como si se tratase de una acción concreta y determinada. Sin embargo, es todo lo contrario. Pocos verbos hay más flexibles que este, porque podemos orar de muy diversos modos, dependiendo de las circunstancias en las que vivamos, de nuestras cualidades y, claro está, de la voluntad de Dios, que es nuestro interlocutor. Por eso, cuando una persona afirma que no se le da bien orar, nosotros podemos preguntarnos ¿conocerá esta persona el modo de orar que mejor se adapta a ella? “

El libro trata de ofrecernos diversos modos de relacionarnos con Dios, para que podamos encontrar la forma y manera más adecuada para todos y cada uno de nosotros, en la diversidad de circunstancias de lugar y de tiempo. Su autor, Fray Julián de Cos, es fraile de la Orden de Predicadores –dominico- y, a la vez que doctor en Teología, es ingeniero técnico forestal y licenciado en filosofía, impartiendo clases de formación religiosa en la Pontificia Facultad de Teología de san Esteban de Salamanca.

El planteamiento del libro es realmente didáctico y asequible, por lo que a cualquier lector le resultará fácil descubrir y practicar “los modos de relacionarse con Dios” que ofreció y ofrece la Iglesia.


11/11/2020

Formación

El saber. El despertar filosófico


      Saber no significa sólo leer, enterarse, estudiar; se trata más de práctica que de teoría. Saber no es una cuestión de ciencia, sino de vida.

    Para saber, “despertar” y, de esta manera, adquirir un nivel de conciencia que nos permita adentrarnos en un mundo nuevo ya que al “despertar” logramos un nuevo modo de ser y de mirar. Este conocimiento nos faculta, nos otorga sabiduría, porque no es la mirada que busca la utilidad, sino que busca la verdad.  La sabiduría, que tiene que ver con el conocimiento profundo de la realidad y con el compromiso con una vida auténtica, veraz. El sabio no es el que mucho sabe sino el comprometido con la verdad.

    Todos queremos saber más… pero que no sea para amontonar saberes sino para desarrollar las propias capacidades y alcanzar un mayor conocimiento de uno mismo “Quien conoce a los demás, es inteligente. Quien se conoce a sí mismo, es sabio” (Lao Tse); alcanzar una mayor conciencia de los demás; comprometerse con la vida; y poner el corazón en aquello que es bueno para todos. Saber amar, incluso al enemigo (Mt 5,44).

    La inteligencia no basta. La cultura no basta. La habilidad no basta. ”La sabiduría no puede ser ni una ciencia ni una técnica” (Aristóteles). La sabiduría es un saber, cierto, pero un saber vivir.

    Es enorme los medios de los que disponemos para estar al corriente de lo que pasa por el mundo, para obtener respuestas a toda pregunta de cualquier materia: ciencia, técnica, historia… Podemos estar informados, es cuestión de “teclas” (esas piezas que presionadas por el dedo te abre un mundo de información). Y necesitamos de esa información, de los datos que se adquieren también a través del estudio, de la lectura, de los viajes, de la interrelación con los demás, de cualquier motivación que te faculta para escuchar, atender… todo eso nos ayuda a comprender y situarse en la realidad. Pero el saber de la sabiduría es esa gracia que se va desarrollando y en la que intervienen nuestras experiencias, nuestra memoria, despierta nuestro anhelo y deseo desde lo más hondo, más allá de la libre deliberación y del dominio de la razón. ¿Será esto la filosofía? 

    “Nuestra filosofía es la historia de nuestro propio corazón y de nuestra propia vida, y nos representamos el destino de los demás hombres a imagen del nuestro”. (J.G. Fichte).

    Despertar a la filosofía como motor para la reflexión, el conocimiento, la comprensión, la aceptación, de nuestra existencia en busca de la verdad. Despertar a la filosofía para ser libres, conscientes y, consecuentemente, conducir nuestra vida. Despertar a la filosofía y tomar distancia de la realidad… ¡Qué misterio el espacio entre lo contemplado y quién contempla! Esa distancia no es cuestión de longitud, es otra cosa: es cuestión de abandono, desprendimiento y atención, de aceptación y acogida, de respeto que valora lo contemplado porque en sí mismo lo merece, lo es y está.

    La filosofía, nos plantea, nos conduce, nos pone ante la realidad espiritual… 

 

Número 535 (septiembre-octubre 2020)

 

El Saber. El despertar filosófico

            “¡Tómatelo con filosofía!”. Una llamada a la calma, a la reflexión, a la consciencia y a la conciencia… no es una invitación a la pasividad, a verlas venir, al conformismo. Situados ante una realidad, analizar, investigar, reflexionar para conocer y, consecuentemente, asumir y responder. No es la inmediatez el valor, no es lo primero que despierte una virtud de sinceridad y/o coherencia. En este movimiento de comunicación y de relación con la realidad se precisa de algunas etapas o pasos a dar para hacernos responsables y dueños de nuestros actos, para no dejarse manipular, para no alienarse, para saber y tener conciencia del “por qué”, del “para qué” y del “cómo” de nuestros actos, de nuestras respuestas.  En nuestra inmediatez con la realidad a responder, se presentan unas sensaciones, unos sentimientos, unos deseos, dudas también, inseguridades, miedos que invitan a la huida. Sin embargo, podemos encontrar recursos, razones, motivaciones para decir o dar nuestra palabra… Podemos recurrir al exterior cuando no tenemos suficientes datos, experiencias, conocimientos en nuestro interior. Sabemos de nuestras limitaciones. Recurrir al exterior y buscar… acudir a esas experiencias ajenas, a esas teorías heredadas, a esos pensamientos que abren posibilidades, a esos testimonios que enriquecen la vida y que engrandecen al ser humano. No es para copiar, para repetir, sino para mejor comprender y entender, en su contexto, lo que nos confronta, lo que, en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestros intereses, en nuestro yo, en nuestro proyecto… llama la atención y está pidiendo una palabra (gesto, respuestas, solución, desenlace). Para hacer de la vida un camino de crecimiento humano, donde el bien, la bondad, la verdad, predominen…

            En el mundo de la psicología humanista, concretamente en el campo del Análisis Transaccional, se nos invitaría a recurrir al yo Padre (es la sede de la Sabiduría), todo lo transmitido, heredado, que nos abriga y aporta datos y conocimientos de los que se puede servir el yo Adulto (es la sede del Pensamiento), para analizar, conocer, comprender y así, de una manera consciente y en conciencia, responder a aquello que nos inquieta, nos preocupa, nos inunda muchas veces. Tener en cuenta los sentimientos, el yo Niño; los tres estados del yo (Padre, Adulto, Niño) interactúan. Tener presente, por tanto, lo heredado que forma parte de cada uno, y dar una respuesta desde la adultez personal, con libertad, con responsabilidad y sin traumas, es una posibilidad de nuestra condición que nos permite asomarnos, y se hacen realidad, a la satisfacción, la alegría, el sentido, la armonía, el amor… a la vida.

            Recurramos a la Sabiduría, investiguemos en los escritos heredados, reflexiones y enseñanzas confrontadas en situaciones, tiempos, contextos plurales, todo ello realidad humana… tengamos a nuestro alcance la filosofía.

            “La filosofía, entendida en sentido amplio, como aquella actividad por la que el hombre busca de forma lúcida y reflexiva comprender la realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la raíz de toda civilización. Todas las grandes civilizaciones se han asentado, entre otros, en unos cimientos de naturaleza filosófica. Estos proporcionan una determinada forma de mirar la realidad y de estar en el mundo, y daban respuestas a las cuestiones más básicas y radicales, como las de quien es el ser humano y cuál es su destino. Los demás saberes y las demás artes orbitaran en torno a esta sabiduría, y era esta última la que definía el correcto lugar, el sentido último y la función de dichos artes y saberes.” (Mónica Cavallé)

            Tomarlo con filosofía, ser libre, consciente del destino personal, ser dueño y conductor de la propia vida. Tomar distancia de la realidad, esto es obra de la naturaleza espiritual, según Max Scheler, que permite trascender la realidad y le confiere un lugar especial en el cosmos. Tener presente la filosofía para conceder amplitud, abrir ventanas, divisar otros caminos posibles… resituarse, reinventarse y realizarse desde las diferentes dimensiones propias de nuestra condición de humanos. Y es que, como escribe María Zambrano: “El filósofo concibe la vida como una continua alerta, como un perpetuo vigilar y cuidarse. El filósofo jamás duerme, desecha de sí todo canto halagador que pudiera adormirle, toda seducción, para mantenerse lúcido y despierto. El filósofo vive en su conciencia, y la conciencia no es sino cuidado y preocupación”.

            Leyendo al filósofo francés, contemporáneo, André Comte-Sponville, en el prólogo de una de sus obras, dice: “Filosofar es pensar por uno mismo; pero nadie puede lograrlo verdaderamente sin apoyarnos en el pensamiento de otros, especialmente en el de los grandes filósofos del pasado. La filosofía no es solamente una aventura; es también un trabajo que no puede llevarse a cabo sin esfuerzo, sin lecturas, sin herramientas”. Y la cuestión está en que no dejamos de hacernos preguntas, algunas son pura curiosidad, otras las provocan las circunstancias, muchas surgen ante determinados contratiempos y hechos inesperados y, ante ciertas experiencias, sean de pesar o de alegría, la pregunta es el medio, el camino de salida, de ruptura de toda opresión, de huida otras, de dar comienzo a posible solución, a posible liberación… Buscar respuestas a las preguntas con seriedad es filosofar. “No se filosofa para pasar el tiempo, ni para lucirse, ni para juguetear con conceptos: se filosofa para salvar la piel y el alma”.

            Y así hacer el camino de la vida que nos va revistiendo de conocimientos y experiencias, que va modelando un estilo y una forma de mirar, de estar, de ser… de situarse en un exterior, en un contexto, en la realidad de la que formamos parte y necesitamos y que vamos definiendo y creando con nuestra presencia, nuestras acciones, que deseamos sean sabias… Es cierto que no todos pueden sobresalir por su inteligencia, como es cierto que todo hombre puede ser sabio: “A todos los hombres les está concedido conocerse a sí mismo y ser sabios” (Heráclito).

07/11/2020

Todos los Santos de la Orden de Predicadores


En esta festividad se recuerda con amor "a los miembros de la Familia Dominicana que nos han precedido, dándonos ejemplo con su vida, compañía con su amistad y ayuda con su intercesión" para que "nos sintamos animados a imitarlos y se afirme el espíritu de nuestra vocación
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En la fiesta de hoy, instituida por el papa Clemente X en 1647, recordamos con amor "a los miembros de la Familia Dominicana que nos han precedido, dándonos ejemplo con su vida, compañía con su amistad y ayuda con su intercesión" para que "nos sintamos animados a imitarlos y se afirme el espíritu de nuestra vocación (LCO 16; 67; LCM 16; 92).

Os ofrecemos una de las lecturas del Oficio de la Orden de Predicadores:

De una Carta del beato Benedicto XI, papa, a sus hermanos de la Orden reunidos en capítulo general en Tolosa

(Roma, 10 de marzo de 1304: BOP 11, Romae 1730, pp. 93.94)

Los sarmientos de Cristo iluminan a todos con los testimonios evangélicos

La inefable providencia del Creador para exaltar la gloria de su nombre y procurar la salvación de los fieles en los últimos tiempos hizo brotar en el jardín delicioso de la Iglesia entre sus hermosas y fecundas plantas la preclara Orden de los Predicadores como árbol de vida que, regado con la bendición de la lluvia celestial, desde sus primeros momentos ha crecido maravillosamente. Por obra de la gracia divina este árbol se ha elevado hacia lo alto y se ha extendido a lo largo y ancho de tal modo que con su altura llegó hasta los cielos y con sus ramas llegó hasta los confines del orbe terrestre.

Como excelentes sarmientos unidos a la vid que es Cristo, son aquellos frailes de la Orden de santo Domingo, que libres de las superfluidades terrenas y prendidos del peso de las riquezas, se negaron saludablemente a sí mismos y abrazados a la pobreza y profesando la vida regular, llevaron hermosas flores de honor y vida santa y frutos copiosos al banquete del Rey celestial.

Estos son de modo tan excelente ministros elegidos de Cristo, resplandecientes por su ejemplar vida religiosa y esclarecidos por su santidad de vida, que se debe reconocer fueron puestos por la sabiduría divina como luz de las naciones y como astros en el firmamento de la Iglesia, o como lámparas encendidas en la casa de Dios, que iluminan a todos con las enseñanzas evangélicas e indican con sus rayos a los hombres el camino de la vida.

Estos son insignes guerreros que luchando con el escudo de la fe, con la espada del espíritu y con las armas de la justicia, (Ef 6, 17) se han esforzado en conseguir que se acrecienten las virtudes en todos los católicos, se manifieste el camino de la salvación a los pecadores y sea destruida la locura de la deformidad herética.

Considerad por tanto, carísimos, y recapacitad atentamente sobre estos solidísimos fundamentos de nuestra Orden, en estos guías insignes, valerosos soldados e infatigables luchadores, de modo especial en muchos de ellos que están en la patria celestial y que han sido ya incluidos solemnemente en el número de los santos y son ya comensales de la mesa celeste y ciudadanos seguros de la patria eterna. Por ello, como hijos suyos auténticos, debéis ser sus fieles imitadores y caminar tras las seguras huellas que os han dejado tan ilustres y tan firmes ejemplos de una vida ordenada y religiosa. Debéis también conservar inmaculada esta Orden, que tiene en si misma el ornato de una perfecta belleza, pues por la generosidad de Dios y de la Sede Apostólica ha sido enriquecida de tantas gracias, ensalzada con tantos dones y reafirmada con tantos privilegios.

Pero dado que las tendencias del hombre son propensas al mal, procurad con todo empeño fomentar en vosotros el fervor de la religión, el celo por la justicia y la rectitud del juicio para que se mantenga vigorosa la disciplina de la corrección que desarraigue los vicios.

Procurad que en vuestras costumbres resplandezca la humildad hermosa, aumente la devoción piadosa, agrade la obediencia santa y persevere paciencia verdadera. Sed unánimes en el obrar concordes en la caridad, tranquilos en la paz, y haced con gran orden todo lo que exige la vida regular, estando en orden con Dios y con los hombres, de modo que estéis a salvo de todo mal espiritual y defendidos del astuto enemigo que ataca especialmente en la inactividad del ocio. Estad dedicados siempre al estudio de la sagrada doctrina, por la que conseguís tan gran mérito y honor; atended a la predicación frecuente y a oír confesiones y ya que habéis sido destinados especialmente a esa misión, dedicaos a ella con diligencia y gran solicitud. Así pues, ocupad vuestra vida en todo lo dicho y en otras cosas honestas o lícitas para que lo ilícito no pueda tener lugar en vosotros; vivid anclados totalmente en el autor de vuestra salvación, (Hb 2, 10) de vuestra esperanza y de vuestro consuelo. En fin, mostrad a los prelados de vuestras iglesias tan grande reverencia y honor que podáis obtener con razón su favor y benevolencia.

De esta forma podréis ser de provecho para vosotros mismos mediante los méritos de vuestra vida y para los demás mediante el ejemplo. Así, esparciendo con trabajo vuestra semilla, llevaréis con alegría densas gavillas a la era celestial; de este modo conseguiréis para vosotros y para los demás el premio debido a la santidad, la gloria de la claridad eterna.

Liturgia de la Horas. Propio O.P., Roma 1988, pp. 1133-1135.