El saber. El despertar filosófico
Para saber, “despertar” y, de esta manera, adquirir un nivel de conciencia que nos permita adentrarnos en un mundo nuevo ya que al “despertar” logramos un nuevo modo de ser y de mirar. Este conocimiento nos faculta, nos otorga sabiduría, porque no es la mirada que busca la utilidad, sino que busca la verdad. La sabiduría, que tiene que ver con el conocimiento profundo de la realidad y con el compromiso con una vida auténtica, veraz. El sabio no es el que mucho sabe sino el comprometido con la verdad.
Todos queremos saber más… pero que no sea para amontonar saberes sino para desarrollar las propias capacidades y alcanzar un mayor conocimiento de uno mismo “Quien conoce a los demás, es inteligente. Quien se conoce a sí mismo, es sabio” (Lao Tse); alcanzar una mayor conciencia de los demás; comprometerse con la vida; y poner el corazón en aquello que es bueno para todos. Saber amar, incluso al enemigo (Mt 5,44).
La inteligencia no basta. La cultura no basta. La habilidad no basta. ”La sabiduría no puede ser ni una ciencia ni una técnica” (Aristóteles). La sabiduría es un saber, cierto, pero un saber vivir.
Es enorme los medios de los que disponemos para estar al corriente de lo que pasa por el mundo, para obtener respuestas a toda pregunta de cualquier materia: ciencia, técnica, historia… Podemos estar informados, es cuestión de “teclas” (esas piezas que presionadas por el dedo te abre un mundo de información). Y necesitamos de esa información, de los datos que se adquieren también a través del estudio, de la lectura, de los viajes, de la interrelación con los demás, de cualquier motivación que te faculta para escuchar, atender… todo eso nos ayuda a comprender y situarse en la realidad. Pero el saber de la sabiduría es esa gracia que se va desarrollando y en la que intervienen nuestras experiencias, nuestra memoria, despierta nuestro anhelo y deseo desde lo más hondo, más allá de la libre deliberación y del dominio de la razón. ¿Será esto la filosofía?
“Nuestra filosofía es la historia de nuestro propio corazón y de nuestra propia vida, y nos representamos el destino de los demás hombres a imagen del nuestro”. (J.G. Fichte).
Despertar a la filosofía como motor para la reflexión, el conocimiento, la comprensión, la aceptación, de nuestra existencia en busca de la verdad. Despertar a la filosofía para ser libres, conscientes y, consecuentemente, conducir nuestra vida. Despertar a la filosofía y tomar distancia de la realidad… ¡Qué misterio el espacio entre lo contemplado y quién contempla! Esa distancia no es cuestión de longitud, es otra cosa: es cuestión de abandono, desprendimiento y atención, de aceptación y acogida, de respeto que valora lo contemplado porque en sí mismo lo merece, lo es y está.
La filosofía, nos plantea, nos conduce, nos pone ante la realidad espiritual…
Número
535 (septiembre-octubre 2020)
El Saber.
El despertar filosófico
“¡Tómatelo con filosofía!”. Una
llamada a la calma, a la reflexión, a la consciencia y a la conciencia… no es
una invitación a la pasividad, a verlas venir, al conformismo. Situados ante
una realidad, analizar, investigar, reflexionar para conocer y,
consecuentemente, asumir y responder. No es la inmediatez el valor, no es lo
primero que despierte una virtud de sinceridad y/o coherencia. En este
movimiento de comunicación y de relación con la realidad se precisa de algunas
etapas o pasos a dar para hacernos responsables y dueños de nuestros actos,
para no dejarse manipular, para no alienarse, para saber y tener conciencia del
“por qué”, del “para qué” y del “cómo”
de nuestros actos, de nuestras respuestas. En nuestra inmediatez con la
realidad a responder, se presentan unas sensaciones, unos sentimientos, unos
deseos, dudas también, inseguridades, miedos que invitan a la huida. Sin
embargo, podemos encontrar recursos, razones, motivaciones para decir o dar
nuestra palabra… Podemos recurrir al exterior cuando no tenemos suficientes
datos, experiencias, conocimientos en nuestro interior. Sabemos de nuestras
limitaciones. Recurrir al exterior y buscar… acudir a esas experiencias ajenas,
a esas teorías heredadas, a esos pensamientos que abren posibilidades, a esos
testimonios que enriquecen la vida y que engrandecen al ser humano. No es para
copiar, para repetir, sino para mejor comprender y entender, en su contexto, lo
que nos confronta, lo que, en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestros
intereses, en nuestro yo, en nuestro proyecto… llama la atención y está
pidiendo una palabra (gesto, respuestas, solución, desenlace). Para hacer de la
vida un camino de crecimiento humano, donde el bien, la bondad, la verdad,
predominen…
En el mundo de la psicología humanista, concretamente en el campo del Análisis
Transaccional, se nos invitaría a recurrir al yo Padre (es la sede de la
Sabiduría), todo lo transmitido, heredado, que nos abriga y aporta datos y
conocimientos de los que se puede servir el yo Adulto (es la sede del
Pensamiento), para analizar, conocer, comprender y así, de una manera
consciente y en conciencia, responder a aquello que nos inquieta, nos preocupa,
nos inunda muchas veces. Tener en cuenta los sentimientos, el yo Niño; los tres
estados del yo (Padre, Adulto, Niño) interactúan. Tener presente, por tanto, lo
heredado que forma parte de cada uno, y dar una respuesta desde la adultez
personal, con libertad, con responsabilidad y sin traumas, es una posibilidad
de nuestra condición que nos permite asomarnos, y se hacen realidad, a la
satisfacción, la alegría, el sentido, la armonía, el amor… a la vida.
Recurramos a la Sabiduría, investiguemos en los escritos heredados, reflexiones
y enseñanzas confrontadas en situaciones, tiempos, contextos plurales, todo
ello realidad humana… tengamos a nuestro alcance la filosofía.
“La filosofía, entendida en sentido
amplio, como aquella actividad por la que el hombre busca de forma lúcida y
reflexiva comprender la realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la
raíz de toda civilización. Todas las grandes civilizaciones se han asentado,
entre otros, en unos cimientos de naturaleza filosófica. Estos proporcionan una
determinada forma de mirar la realidad y de estar en el mundo, y daban
respuestas a las cuestiones más básicas y radicales, como las de quien es el
ser humano y cuál es su destino. Los demás saberes y las demás artes orbitaran
en torno a esta sabiduría, y era esta última la que definía el correcto lugar,
el sentido último y la función de dichos artes y saberes.” (Mónica Cavallé)
Tomarlo con filosofía, ser libre, consciente del destino personal, ser dueño y
conductor de la propia vida. Tomar distancia de la realidad, esto es obra de la
naturaleza espiritual, según Max Scheler, que permite trascender la realidad y
le confiere un lugar especial en el cosmos. Tener presente la filosofía para
conceder amplitud, abrir ventanas, divisar otros caminos posibles… resituarse,
reinventarse y realizarse desde las diferentes dimensiones propias de nuestra
condición de humanos. Y es que, como escribe María Zambrano: “El filósofo concibe la vida como una
continua alerta, como un perpetuo vigilar y cuidarse. El filósofo jamás duerme,
desecha de sí todo canto halagador que pudiera adormirle, toda seducción, para
mantenerse lúcido y despierto. El filósofo vive en su conciencia, y la
conciencia no es sino cuidado y preocupación”.
Leyendo al filósofo francés, contemporáneo, André Comte-Sponville, en el
prólogo de una de sus obras, dice: “Filosofar
es pensar por uno mismo; pero nadie puede lograrlo verdaderamente sin apoyarnos
en el pensamiento de otros, especialmente en el de los grandes filósofos del
pasado. La filosofía no es solamente una aventura; es también un trabajo que no
puede llevarse a cabo sin esfuerzo, sin lecturas, sin herramientas”. Y la
cuestión está en que no dejamos de hacernos preguntas, algunas son pura
curiosidad, otras las provocan las circunstancias, muchas surgen ante
determinados contratiempos y hechos inesperados y, ante ciertas experiencias,
sean de pesar o de alegría, la pregunta es el medio, el camino de salida, de
ruptura de toda opresión, de huida otras, de dar comienzo a posible solución, a
posible liberación… Buscar respuestas a las preguntas con seriedad es
filosofar. “No se filosofa para pasar el
tiempo, ni para lucirse, ni para juguetear con conceptos: se filosofa para
salvar la piel y el alma”.
Y así hacer el camino de la vida que nos va revistiendo de conocimientos y
experiencias, que va modelando un estilo y una forma de mirar, de estar, de
ser… de situarse en un exterior, en un contexto, en la realidad de la que
formamos parte y necesitamos y que vamos definiendo y creando con nuestra
presencia, nuestras acciones, que deseamos sean sabias… Es cierto que no todos
pueden sobresalir por su inteligencia, como es cierto que todo hombre puede ser
sabio: “A todos los hombres les está
concedido conocerse a sí mismo y ser sabios” (Heráclito).
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