En esta festividad se recuerda con amor "a los miembros de la Familia Dominicana que nos han precedido, dándonos ejemplo con su vida, compañía con su amistad y ayuda con su intercesión" para que "nos sintamos animados a imitarlos y se afirme el espíritu de nuestra vocación.
Os
ofrecemos una de las lecturas del Oficio de la Orden de Predicadores:
De una Carta del beato
Benedicto XI, papa, a sus hermanos de la Orden reunidos en capítulo general en
Tolosa
(Roma,
10 de marzo de 1304: BOP 11, Romae 1730, pp. 93.94)
Los
sarmientos de Cristo iluminan a todos con los testimonios evangélicos
La
inefable providencia del Creador para exaltar la gloria de su nombre y procurar
la salvación de los fieles en los últimos tiempos hizo brotar en el jardín
delicioso de la Iglesia entre sus hermosas y fecundas plantas la preclara Orden
de los Predicadores como árbol de vida que, regado con la bendición de la
lluvia celestial, desde sus primeros momentos ha crecido maravillosamente. Por
obra de la gracia divina este árbol se ha elevado hacia lo alto y se ha
extendido a lo largo y ancho de tal modo que con su altura llegó hasta los
cielos y con sus ramas llegó hasta los confines del orbe terrestre.
Como
excelentes sarmientos unidos a la vid que es Cristo, son aquellos frailes de la
Orden de santo Domingo, que libres de las superfluidades terrenas y prendidos
del peso de las riquezas, se negaron saludablemente a sí mismos y abrazados a
la pobreza y profesando la vida regular, llevaron hermosas flores de honor y
vida santa y frutos copiosos al banquete del Rey celestial.
Estos
son de modo tan excelente ministros elegidos de Cristo, resplandecientes por su
ejemplar vida religiosa y esclarecidos por su santidad de vida, que se debe
reconocer fueron puestos por la sabiduría divina como luz de las naciones y
como astros en el firmamento de la Iglesia, o como lámparas encendidas en la
casa de Dios, que iluminan a todos con las enseñanzas evangélicas e indican con
sus rayos a los hombres el camino de la vida.
Estos
son insignes guerreros que luchando con el escudo de la fe, con la espada del
espíritu y con las armas de la justicia, (Ef 6, 17) se han esforzado en
conseguir que se acrecienten las virtudes en todos los católicos, se manifieste
el camino de la salvación a los pecadores y sea destruida la locura de la
deformidad herética.
Considerad
por tanto, carísimos, y recapacitad atentamente sobre estos solidísimos
fundamentos de nuestra Orden, en estos guías insignes, valerosos soldados e
infatigables luchadores, de modo especial en muchos de ellos que están en la
patria celestial y que han sido ya incluidos solemnemente en el número de los
santos y son ya comensales de la mesa celeste y ciudadanos seguros de la patria
eterna. Por ello, como hijos suyos auténticos, debéis ser sus fieles imitadores
y caminar tras las seguras huellas que os han dejado tan ilustres y tan firmes
ejemplos de una vida ordenada y religiosa. Debéis también conservar inmaculada
esta Orden, que tiene en si misma el ornato de una perfecta belleza, pues por
la generosidad de Dios y de la Sede Apostólica ha sido enriquecida de tantas
gracias, ensalzada con tantos dones y reafirmada con tantos privilegios.
Pero
dado que las tendencias del hombre son propensas al mal, procurad con todo
empeño fomentar en vosotros el fervor de la religión, el celo por la justicia y
la rectitud del juicio para que se mantenga vigorosa la disciplina de la
corrección que desarraigue los vicios.
Procurad
que en vuestras costumbres resplandezca la humildad hermosa, aumente la
devoción piadosa, agrade la obediencia santa y persevere paciencia verdadera.
Sed unánimes en el obrar concordes en la caridad, tranquilos en la paz, y haced
con gran orden todo lo que exige la vida regular, estando en orden con Dios y
con los hombres, de modo que estéis a salvo de todo mal espiritual y defendidos
del astuto enemigo que ataca especialmente en la inactividad del ocio. Estad
dedicados siempre al estudio de la sagrada doctrina, por la que conseguís tan
gran mérito y honor; atended a la predicación frecuente y a oír confesiones y
ya que habéis sido destinados especialmente a esa misión, dedicaos a ella con
diligencia y gran solicitud. Así pues, ocupad vuestra vida en todo lo dicho y
en otras cosas honestas o lícitas para que lo ilícito no pueda tener lugar en
vosotros; vivid anclados totalmente en el autor de vuestra salvación, (Hb 2,
10) de vuestra esperanza y de vuestro consuelo. En fin, mostrad a los prelados
de vuestras iglesias tan grande reverencia y honor que podáis obtener con razón
su favor y benevolencia.
De
esta forma podréis ser de provecho para vosotros mismos mediante los méritos de
vuestra vida y para los demás mediante el ejemplo. Así, esparciendo con trabajo
vuestra semilla, llevaréis con alegría densas gavillas a la era celestial; de
este modo conseguiréis para vosotros y para los demás el premio debido a la
santidad, la gloria de la claridad eterna.
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