Fue una delicada misión que el papa Honorio III encargó a Santo Domingo en 1219: reformar las monjas de Roma. Concretamente, el papa quiere que reedite la experiencia de Prulla en la Ciudad Eterna. En ese año inició una serie de contactos con los diferentes monasterios, especialmente Santa María in Tempulo, el más importante de ellos, y Santa Bibiana. Pero también visitó a mujeres que vivían una vida enclaustrada en su propia casa. Había dejado en San Sixto un grupo de hermanos para iniciar las obras de acondicionamiento del vetusto edificio que el papa le dona. También les encargó que continuaran visitando a las monjas para ir creando el ambiente propicio para la reforma, mediante la unificación de todas en una sola comunidad y bajo la regla que Domingo había trazado para Prulla en 1212.
Ahora, a inicios de 1221, Domingo de Guzmán se implica más y visita de nuevo a todas las monjas. Predica, confiesa, dirige espiritualmente. Tras un intenso trabajo apostólico, logra que las monjas se adhieran al proyecto. Las de Santa María in Tempulo le ponen una condición: que el venerado icono de la Virgen María que era objeto de devoción desde hacía siglos fuera trasladado a San Sixto y que si el icono por milagro, cmo ya había sucedido otras veces, se desubicaba de allí, ellas quedarían desligadas de su voto en manos de Santo Domingo y volverían a su vida anterior. Domingo acepta el reto.
El 24 de febrero, miércoles de ceniza, se reunen las monjas con Domingo en San Sixto y éste recibe la profesión de todas, menos una, y se comprometen a la reforma.
Las familias romanas se inignaron con Domingo y,se presentaron en los monasterios y presionaron a las monjas para que desistieran. Enterado Santo Domingo, actúa con rapidez. Visita los monasterios, les predica y les dice que son libres de aceptar o no la reforma, de volver a una vida mediocre o empezar una vida religiosa de calidad. Las monjas recapacitan y de nuevo profesan en manos de Domingo. Para evitar conflictos, pidió a las hermanas las llaves de los conventos y confió a los hermanos no sacerdotes la atención y cuidado de las monjas y el que vigilaran para que las familias no interfirieran en el proceso. Contaba con el apoyo de tres cardenales que el papa designó para todo el proyecto.
El primer domingo de cuaresma se inició una procesión de todas las monjas romanas hacia san Sixto. Allí les esperaba Domingo, a la puerta. la primera en llegar fue sor Cecilia que volvió a profesar en manos de Domingo y recibió el hábito también de sus manos. Y así las cerca de 40 monjas. Al día siguiente, en una vigilia nocturna, Domingo trasladó el precioso y venerado icono de la Virgen a San Sixto donde quedó definitivamente, consolidándose así la fundación de la Comunidad de Monjas Predicadoras en Roma.
El edificio de San Sixto no podía albergar una comunidad numerosa de mujeres y hombres. Por eso, Domingo solicitó al papa una solución y éste puso a su disposición la basílica de Santa Sabina y sus dependencias, no lejos de San Sixto. Allí se acomodó el grupo más grande de los frailes, mientras que otros permanecieron en San Sixto. la idea era reproducir el modelo de Prulla: una comunidad plural y mixta (monjas, clérigos y laicos) para la predicación.
Convento de San Sixto, iglesia y sala capitular (de la epoca de santo Domingo)
Santa Sabina
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