19/01/2021

TRAS LOS PASOS DE SANTO DOMINGO (1)


ENERO de 1221


        Desde diciembre de 1220, se encuentra Domingo en Roma. El año anterior, 1219, el papa Honorio III le encomienda la reforma de las monjas de Roma y, para ello, le cedió la basílica de San Sixto. El papa quiere que reproduzca en la Ciudad Eterna el modelo de Prulla. En los primeros años de 1220 puso manos a la obra: preparó y diseñó el edificio conventual de San Sixto y visitó una por una a las monjas en sus monasterios y a las llamadas "reclusas", que eran mujeres que llevaban vida monástica en su propia casa. En mayo de 1220 se fue al 1er capítulo general de Bolonia, encargando a un grupo de religiosos, algunos sacerdotes y laicos que prepararan el terreno para abordar la misión encargada por el papa lo antes posible.

    Ahora, en enero de 1221, Domingo visita de nuevo a los monasterios y se implica a fondo en lograr el objetivo. Santa María in Tempulo, Santa Bibiana, etc. Van adhiriéndose poco a poco al convencimiento de que es mejor adquirir una vida religiosa verdadera que seguir en la mediocridad. 

    El papa puso a disposición de Domingo a tres cardenales de alto nivel para que le ayudaran en la complicada empresa, pues las familias romanas se resistían.

    En este mes de enero hubo numerosos encuentros con distintas personas y a diferentes niveles. Uno de ellos ocurrió en casa del cardenal Hugolino, quien invitó a Francisco de Asís y a Domingo a un coloquio con él. El cardenal les propuso que permitieran a sus religiosos aceptar obispados para asegurar así un rápido avance de las reformas de la Iglesia que hacía años venían emprendiéndose a trancas y barrancas.

    Domingo argumentó que los predicadores debían de dedicarse a eso, a predicar, que esa era su mejor aportación a la Iglesia y que él mismo les impediría aceptar otra dignidad más que la de ser predicadores a tiempo pleno. Francisco pidió a Hugolino que dejara a sus hermanos seguir siendo pobres y desprendidos puesto que ese es el mejor servicio que prestarían a la renovación de la Iglesia. Ambos, Domingo y Francisco, compartían el ideal de que la recuperación de la vida apostólica en la Iglesia era una necesidad prioritara a cualquier otro tipo de cosas. Ambos profesaban la pobreza evangélica y ambos tomaban como referencia a Jesucristo y los Doce. Domingo según un modelo canonical, más estructurado e institucionalizado y Francisco según un modelo más carismático y secular.

    Domingo siguió cuidando de los detalles de las obras de San Sixto y de los pormenores de la organización de aquella difícil encomienda que el papa le había hecho, además de gestionar lo necesario para la expansión de la Orden de Predicadores puesta al servicio de los obispos para la predicación, tal como había pedido el canon X del IV Concilio de Letrán, al que él acudió como teólogo del obispo Fulco de Toulouse.




    

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