Esta extraordinaria mujer dedicó su corta vida (murió con 33 años) a la Misión Evangelizadora y, particularmente, a la Reforma de la Iglesia en una época de terribles carencias, violencias, cismas, enfermedades y contrastes. En ella brilla la capacidad salvadora del Evangelio: la fuerza del Amor que es Jesucristo, que todo lo transforma. Catalina de Siena es todo un referente no sólo para la Orden de Predicadores (a la que perteneció como laica consagrada) sino para todos los Bautizados. Su coraje evangelizador brotó de su relación esponsal con Jesucristo. Algo que hoy día hemos de volver a poner en el centro de nuestra atención: Jesucristo en el centro de todo y, desde El, con El, por El y en El, una amor apasionado (como el de Santo Domingo) por la salvación del género humano. Ella vivió y promovió como pocos la Santa Predicación y en ella podemos inspirarnos para "ser lo que tenemos que ser" y así el munco arderá con el fuedo del amor de Dios mostrado en Jesucristo; y la Iglesia será el puente que una la orilla de Dios con la orilla de los hombres, por donde Jesucristo pueda seguir conduciendo a las personas concretas de la tiniebla a la luz, del error a la verdad, del odio al amor... de la muerte a la Vida Eterna.
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